Tener un perro como mascota no sólo puede ser divertido sino que además reduce el riesgo de sufrir algunos eccemas.
Un grupo de científicos de la universidad y del Hospital infantil de Cincinnati (Estados Unidos) analizó los casos de 636 niños (hasta los cuatro años) que tenían un “alto riesgo” a desarrollar alergias, ya que uno o sus dos progenitores padecían alguna. El objetivo era evaluar el papel de 15 aeroalérgenos en el desarrollo de este trastorno, además de valorar en qué medida influía haber tenido un animal de compañía, como el perro o el gato. Esto último fue lo que más les llamó la atención a los investigadores. Observaron que “los pequeños que habían dado positivo en las pruebas de alergia a los perros tenían menos riesgo de desarrollar los eccemas derivados de dicha sensibilización si durante el primer año de vida habían tenido su propio perro en casa”. Por el contrario, según la principal autora de este trabajo, Tolly Epstein, “los niños con esta alergia que no habían vivido con perros en este tiempo tenían un riesgo cuatro veces mayor de presentar esta afección dermatológica”. Esto no significa que la compañía del perro siempre sea positiva. “En los menores que ya han desarrollado alergia a estos animales, no es aconsejable tener la causa tan cerca, ya que puede convertirse en asma”, advierte Marcel Ibero, presidente de la Sociedad Española de Inmunología Clínica y Alergia Pediátrica (SEICAP). “Sólo en los pequeños atópicos (aquellos en los que es probable que la alergia se exprese, aunque aún no lo haya hecho), tener un perro en casa disminuye el riesgo de sensibilización y de eccema”, añade.
Esta condición de la piel es uno de los síntomas de alergia más frecuentes, junto con la congestión y el lagrimeo. “Es una lesión inflamatoria de la dermis que da muchos picores y que en el niño tiene una distribución muy típica en la cara, justo por debajo de la nariz y la barbilla. También sale en las zonas con pliegues, sobre todo en los codos y las rodillas”, explica el doctor Ibero. Los investigadores de Cincinnati concluyeron, además, que no vale cualquier mascota como protector contra los eccemas. “Los niños que habían tenido gato durante su primer año de vida y después desarrollaron alergia a dicho animal tenían un riesgo 13 veces mayor de presentar eccemas en la piel”. Como explica el experto en pediatría y alergología, “el felino es más agresivo como alergeno que el perro. La alergia depende de una proteína que eliminan a través de la saliva y, como los gatos se lamen mucho, dejan su saliva en el pelo”. También es cierto, agrega Epstein, que “los niños que tenían este animal y que no sufrían esta alergia, no presentaban problemas en la piel”. En base a todos estos encuentros, sugiere la responsable del estudio, “los padres pueden elegir a su mascota ideal”.
INFORMACIÓNVETERINARIA | octubre | 2010
Veterinaria especialista en tratamientos y alimentación natural para perros y gatos.